
Día a día, 4 años sin Alejandro, veo como sigue la vida, y noto que la normalidad no vuelve ningún día a ser lo de antes; asi es cuando te das cuenta que ésta pérdida no es ni parecida a otras.
La vida nos pone trabas, la vida nos pone pruebas, obstáculos, pero a los padres que perdemos un hijo, nos pone una montaña.
Es la montaña insuperable.
Es la montaña insuperable.
Como los "ochomiles" casi imposibles que ahora están tan de moda por los alpinistas y montañeros. ¿Cuantos los consiguen superar? Alguno. ¿Cuantos quedan en ella? Bastantes y muchos quedan mutilados y con secuelas de por vida. Siempre verán sus dedos amputados, siempre tendrán aquellas secuelas del intento.
Valga este símil como comparación de nuestros intentos. Una comparación diametralmente opuesta a nuestra voluntad por "escalar" porque los montañeros lo hacen libre y voluntariamente, porque quieren. y nosotros padres, tenemos que conseguir llegar a la meta impuesta : superar la muerte de nuestro hijo.
Unos lo consiguen.
Hay otros que simplemente se acostumbran a vivir con ello.
Y otros que tienen cicatrices para siempre, para recordarles que posiblemente, nunca alcanzarán "su ochomil particular".
Unos lo consiguen.
Hay otros que simplemente se acostumbran a vivir con ello.
Y otros que tienen cicatrices para siempre, para recordarles que posiblemente, nunca alcanzarán "su ochomil particular".